
Esa afición que le idolatró durante toda su carrera se resistía a aceptar la realidad de su inesperado deceso, pero solo por compasión y comenzó a devolver con lágrimas y dolor, todas las alegrías y satisfacciones que el nativo de Salaya, Santiago, le brindó a través de sus actuaciones en uniformes de las Águilas Cibaeñas.
“Se nos fue no solo el hijo, sino el más que hermano, también padres de sus propios hermanos y mejor amigo de todos nosotros”, expuso el padre del inquieto monticulista Francisco Rodríguez (La Charca), lagrimas en rostro, dolido por la inesperada partida de mayor de su seis hijos, más uno de crianza, resignado a lo que considera un mandato de Dios.
“Dios sabe lo que hace y por bien. Ahora tenemos que luchar por todos los que quedamos, auque será difícil aceptar que ya no estará juntos a nosotros”.